El periodista inglés Gilbert Chesterton escribió: “la aventura podrá ser loca, pero el aventurero ha de ser cuerdo”. En esta aparente paradoja se encuentra buena parte del sentido de las actividades de aventura. Y es que el turismo de aventura, si bien no puede carecer de un componente de riesgo, tampoco debería aceptarlo si no está controlado. Al menos, ésa es la única garantía que podemos tener de que la aventura terminará con final feliz, en vez de hacerlo de la peor manera.
El diccionario de la RAE en su tercera acepción define aventura como “empresa de resultado incierto o que presenta riesgos”. Teniendo esto en cuenta es fácil concluir que no se trata de un calificativo demasiado comercial. Pese a ello, durante años se utilizó para definir a un buen número de actividades lúdico – deportivas, como la escalada, el barranquismo, el submarinismo, el alpinismo o el rafting, entre otras, que quedaban englobadas dentro de la categoría de deportes de aventura.
Recientemente, y buscando un enfoque más neutro, pasaron a denominarse disciplinas de turismo activo. De este modo, aunque siguen considerándose inherentes al riesgo, se alejan de una inconveniente asociación con el peligro.
Turismo de aventura: exposición, probabilidad y consecuencias
La RAE asegura que la aventura presenta riesgos y mucha gente dirá que una aventura está llena de peligros. Esto es debido a que, a menudo se confunden dos conceptos distintos: riesgo y peligro. Pero no debería ser así. Las diferencias están claras, como veremos a continuación:
- Peligro: es cualquier causa capaz de provocar un daño, aunque sea potencialmente. Una maceta en una ventana, un paso de peatones, las piedras de una ladera de una montaña, las olas del mar o la falta de forma física del participante en una actividad de turismo de aventura. Son todo peligros con los que hemos de lidiar y que, como responsable de una empresa de deportes de riesgo tendrás que gestionar adecuadamente.
- Riesgo: cuando hablamos de riesgo, ya no hablamos de situaciones potenciales, sino que nos referimos al resultado de una ecuación en la que entran la exposición, la probabilidad y las consecuencias.
La fórmula de esta ecuación debe tenerse en mente al planificar cualquiera de las actividades que engloba la oferta de una empresa de turismo de aventura:
Riesgo = exposición x probabilidad x consecuencias
Esta ecuación podría expresarse también de la siguiente forma:
Posibilidad de que se sufra un daño = intensidad del peligro y plazo de tiempo en el que se está bajo su influencia x posibilidad de que ese peligro se materialice x gravedad del daño que puede producir ese peligro
Como puede deducirse, el riesgo nunca puede eliminarse completamente de una actividad deportiva de turismo activo.
Minimizar el riesgo en el turismo de aventura
El riesgo 0 no existe en este sector y es importante informar a los clientes de esta circunstancia con claridad y transparencia. Pero lo que sí puede hacerse es minimizar este riesgo. Para ello, la empresa de turismo de aventura puede recurrir a las siguientes vías:
- Hacer una selección de personal eficaz, que garantice que se cuenta con los guías mejor preparados, más formados y experimentados en el equipo.
- Llevar a cabo una planificación exhaustiva de la actividad que permita conocer los peligros que pueden aparecer y, por tanto, facilite la gestión de los riesgos.
- Reducir la exposición y disminuir la probabilidad de que se materialicen los peligros, para minimizar sus consecuencias.
- Informar a todos los participantes debidamente de los riesgos que implica la actividad que han elegido realizar y recordar que su predisposición al riesgo puede favorecer la materialización de los daños. Ser más atrevido de lo que recomienda el sentido común, sucumbir a la presión social o buscar llamar la atención no son actitudes recomendables para la práctica de deportes de riesgo.
No hay que olvidar que un peligro está ahí con independencia de que nosotros lo “activemos”. Somos quienes interactuamos con él los que debemos gestionar sus efectos y, como responsables de una empresa de turismo de aventura, deberemos extremar las precauciones en los que respecta a las actividades planeadas y los participantes en las mismas.
Aventura y riesgo son palabras estrechamente ligadas. No existe aventura sin riesgo, ni puede darse el éxito sin gestionar el riesgo intrínseco. El conocimiento de la actividad y del medio, el control del grupo y una buena predisposición psicológica de los participantes harán más factible y seguro el desarrollo de la aventura.
¿Sabes gestionar el riesgo en tu empresa de turismo de aventura? ¿Está tu negocio protegido para esos casos en que el riesgo se materializa en daño efectivo?