No es ningún secreto que la fuerte competencia entre empresas que se dedican al turismo activo hace cada vez más difícil la supervivencia. Hay que ofrecer mejores servicios que el resto, diferenciarse y todo ello con un precio que decante la balanza a nuestro favor. Pero… ¿y si aún así no conseguimos nuestro objetivo?. Puede que estemos cayendo en algunos de los errores más comunes de las empresas de turismo activo sin ni siquiera darnos cuenta. Descubre cuáles son y cómo evitarlos.
Querer abarcar demasiado ‘espacio’
El turismo activo es, por definición, diverso. Tanto, que en muchas ocasiones llega a confundirse con la multiaventura y a convertirse en un cajón de sastre en el que se ofertan una enorme variedad de actividades deportivas y lúdicas. Si a eso se le suma que, demasiadas veces, se ofrece lo mismo a todos los clientes, nos encontramos con que éstos están desorientados ante nuestra oferta. Lo más aconsejable es limitar nuestra propuesta a una serie de colectivos y renunciar a otro tipo de clientes. De esta forma, si por ejemplo nos centramos en familias, o en turismo escolar, sabremos bien qué ofrecer a cada uno y podremos llegar a perfeccionar las actividades mucho antes que si queremos abarcar muchos más campos.
Olvidar que la autocrítica es la mejor herramienta para mejorar
Hasta la empresa de turismo activo de mayor éxito debería reflexionar sobre lo que hace bien y lo que hace mal para tratar de mejorar. El momento más indicado puede ser al final de la temporada, cuando podemos recopilar todos los datos e impresiones que nos han dejado meses de trabajo. Es el momento para hablar con los monitores de las actividades y para repasar las opiniones de los clientes, ya sean verbales, en el buzón de sugerencias o en aplicaciones y foros de Internet.
No fidelizar a nuestros clientes
La creciente competencia en el mundo del turismo activo hace que no solo tengamos que rivalizar en precio y servicios con el resto de negocios que ofrecen experiencias similares a las del nuestro. Aún más importante que eso es luchar por ganar la confianza del cliente, que es al final el que decide si nuestra oferta merece la pena. Ya lo hayamos atraído por Internet, gracias a un anuncio publicitario, o haya venido de la mano de otro cliente que ya nos conocía, debemos hacer todo lo posible por estar a la altura. Y, después, si ha quedado satisfecho, intentar que vuelva a repetir con nosotros. En otras palabras, fidelizarle. Eso incluye recordarle periódicamente nuestra presencia (sin ser demasiado invasivos) o tener un detalle con él en las fechas especiales, como su cumpleaños o Navidad.
Pensar que las redes sociales proporcionan resultados inmediatos
Redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram son un extraordinario canal de comunicación con nuestros clientes. Pero no un canal de venta directa. En ellas el reto es ‘generar comunidad’. Es decir, favorecer las conversaciones en torno a nuestra marca. Para ello necesitamos la labor de un profesional (un Social Media o un Community Manager) que recoja nuestros valores como empresa, los transmita, promueva el diálogo, siga las tendencias del sector, responda a los mensajes… Todo ello irá encaminado, solo al largo plazo, a la obtención de clientes.
Dejar de lado la importancia de la formación
La formación en turismo activo sirve para conocer a fondo un sector creciente en nuestro país y para comprender todas sus implicaciones legales, administrativas y económicas. El dicho de que siempre hay que seguir aprendiendo es cierto en un sector en el que cada día se producen cambios y novedades. Además de pedir la formación necesaria a los monitores de las actividades que ofrezcas en tu negocio, tú mismo tienes acceso a formación que va a resultar muy beneficiosa para tu empresa. Un buen ejemplo es el curso de Experto en Seguridad y Calidad en Empresas de Turismo Activo. Se trata de postgrado que imparte la Universidad Politécnica de Madrid y que está reconocido por la Asociación Nacional de Empresas de Turismo Activo (ANETA).